¿VALIÓ LA PENA?

Al césar lo que es del césar. A pesar de las reservas que teníamos en cuanto al “carnaval” debemos reconocer sus aciertos. Aciertos desde el punto de vista logístico, de organización y de la calidad de la mayoría de los eventos en tarima. Bien organizado el desfile inaugural (aunque muy brillantes los trajes de los “indígenas”): conmovedores los autos clásicos y los silleteros. La selección del artista principal: Andrés Cepeda, fue acertadísima; mueve afectos, tiene una gran fanaticada y por demás es un excelente artista colombiano. Durante el concierto y con el gentío, la organización fue más que aceptable. En conclusión, un espectáculo decente y poco pretensioso el del sábado y medianamente aceptable el del domingo.

Pero, ¿Valió la pena? Haber nos explicamos… Nos parece que cualquier evento que genere cohesión social es vital para nuestra ciudad. Pero, ¿qué sentido tiene llenarnos de espectáculos, mientras la ciudad es un caldo de cultivo para la desigualdad, la delincuencia y el desorden?

Enumeremos los festivales, fiestas y demás celebraciones: “Carnaval de la Luna”, “Festival de Teatro”, “Festival de danza”, “Festival de Arte estudiantil”, “Festival de Música”, “Festival de Tunas”, “Festival Gastronómico”, “Festival de bandas”… Y lo que nos espera: “Festival del campesino”, “Semana Cultural”…

Sólo nos falta una versión local del festival de Wudstoc y hacer más evidente la pobreza creativa de los “organizadores” de festivales del municipio; o apoyar el tradicionalísimo “Festival del despilfarro” que nos acompaña desde hace más de una década en nuestra ciudad (¡Ese sí debería institucionalizarse por el honorable Concejo!).

Sencillamente un rosario de eventos que quieren ser festivos y no son más que un desangradero del erario público. Festivalitos a la fuerza (¡Todos en octubre!). Sólo por encima una tarima, un artista internacional, una logística tan amplia como la del sábado, generan costos muy altos que asumimos todos y por ahora los cambios tan esperados por los electores no se ven. Eso es una realidad. Tampoco no nos sirve de mucho ver actores bogotanos, músicos chilenos, bailarines eslavos, comparsas rumanas y grupos de malabares del Zaire, si ni siquiera estos son comprendidos por la comunidad. ¿Qué hago viendo un grupo artístico Africano, si como espectador todavía confundo a África con un país del oriente europeo? ¿De qué sirve ver a Jorge Velosa si no sé qué carajos es un requinto o me burlo de los que usan ruana? ¿De qué sirve un festival de rap si todavía trato como delincuentes a quienes son artistas de ese género?

El problema es de inversión en educación. Evidentemente al estado no le conviene un país culto, por esa razón nos ofrece “entretenimiento” como una política eficaz para calmar los posibles “excesos de conciencia”. No decimos que los artistas se prestan a esto, sólo que, como hemos visto durante los últimos años, el arte no es más que una excusa para encontrar diversión pasajera a costa del gobierno local. Pero a cambio no recibimos nada: transformación social muy poco, una nueva forma de querer y amar nuestra ciudad menos todavía. Cada vez nos toca criticarla más.

Mi propuesta es que se acabe esta vagabundería de artistas semidesnudos brincando por todas las calles de la ciudad, que les levanten pliego de cargos por secuestro express como a los estudiantes de la Nacional, y que le permitan hablar a la Secretaria de Cultura y a la de Turismo en el próximo consejo comunal para defender sus grandes ideas…¡Que dijeron nos volvimos fachinchosos!

Por el contrario, que sigan los eventos y ojalá tan bien organizados como el carnaval… Pero uno al mes, no cuatro o cinco seguidos, y sin “lanzamientos” fastuosos en restaurantes porque eso cuesta mucho dinero… Menos espectáculos y más espacios para la formación cultural y la creación de verdaderos sitos turísticos. En Chía el turismo se lo lleva Andrés y el arte está en manos de una mujer con delirios de grandeza; mantener estas “políticas” nos conducirá irremediablemente por el camino del continuismo y del fracaso.

Más educación y menos bibliotecas en obra negra. Más inversión social y menos despilfarro en rumbas; más tranquilidad y menos pendillitas juveniles. Menos marchas y más acciones concretas.

Apostilla:

Una vez más… No somos una versión virtual del Doctor Quintana, no somos opositores del gobierno, no somos uribistas y mucho menos antiuribistas (¡Que peligro!). Y porque nos ensañamos con la cultura, tampoco vayan a pensar que somos artistas… Ah y tampoco somos una nueva plataforma política para algún candidato. ¡Sólo opinamos!